«El texto de La cantante calva o del manual para aprender inglés (o ruso o
portugués), compuesto de expresiones hechas, de los clisés más gastados, me revelaba,
por eso mismo, los automatismos del lenguaje, del comportamiento de la gente,
"el hablar para no decir nada", el hablar porque no hay nada personal
que decir, una ausencia de vida interior, la mecánica de lo cotidiano, el
hombre inmerso en su medio social sin diferenciarse de él. Los Smith, los
Martin no saben ya hablar porque ya no saben pensar, no saben ya pensar porque
ya no saben conmoverse, ya no tienen pasiones, no saben ya ser, pueden
"transformarse" en cualquier persona, en cualquier cosa, pues al no
ser ya no son sino los otros, el mundo de lo impersonal, son intercambiables:
se puede poner a Martin en lugar de Smith y viceversa, que no nos daremos
cuenta. El personaje trágico no cambia, no se quiebra; es él, es real. Los
personajes cómicos son personas que no existen.»
(Eugène IONESCO; Slatina,
Rumania, 26 de noviembre de 1909 — París, Francia, 28 de marzo de 1994.
Notes et contre-notes –Notas
y contranotas-, 1962.)
El
lenguaje, cada vez más sometido a tópicos y lugares comunes, a expresiones
automatizadas y giros formularios,
aparecía ante sus ojos como el gran síntoma
de unos comportamientos sometidos al “automatismo
de lo cotidiano”... La continua
necesidad de hablar para no decir nada
indica que, en realidad, no hay nada que
decir entre unos seres vaciados de sí
mismos, enajenados de lo que son,
convertidos en “unidades de explotación y consumo” homologables e intercambiables...
Gentes, pues, sin verdadera dimensión ética
ni política, que pueden bascular
entre el sumiso cumplimiento de las normas
y leyes de cada tiempo y lugar, y el ciego (léase fanático) seguimiento de cualquier credo moral.
Algo
no muy diferente del aquí y del ahora... Y que explica muchas cosas.
Nacho Fernández del Castro, 23 de Julio de 2012
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