«No era la primera vez que le ocurría perder, de repente, y sin razón, la
confianza en sí mismo. En realidad, ¿qué hacía allí?. Había pasado la noche sin
dormir, había tomado café en el cuchitril de una portera, y después escuchado
las historias que le quiso contar una rolliza muchacha en pijama rosado, que le
enseñaba un trozo del estómago y se hacía la interesante con él.
¿Y qué más?.»
¿Y qué más?.»
(Georges Joseph Christian SIMENON; Lieja, Bélgica, 13 de febrero de 1903 -
Lausana, Suiza, 4 de septiembre de 1989. Le revolver de Maigret –Las noches blancas de Maigret-,
1952 -1987 para la edición en castellano-.)
El mundo
se torna cotidianamente inhóspito
para quienes, bajo el acoso de la gran
estafa de la crisis, pierden la confianza
en sí mismos un día sí y otro también... De poco valen entonces las “ingeniosas
medidas” del gobierno reduciendo las prestaciones
por desempleo para “estimular la búsqueda
activa de trabajo” por parte de “los acomodaticios parados” (tal vez fuese
más útil que se dedicase a estimular la creación de una oferta laboral seria y consolidada en vez de destruir la poca que
queda con los anuncios de cada viernes de
dolor), de poco las palmaditas de la troika
en la espalda de los ministros económicos (ya sin cartera, que “los hombres de negro de la Unión Europea” se la han
robado), de poco las bebidas más o menos excitantes y las tópicas
conversaciones de escalera o barra, de poco los intentos vanos del entorno para
intentar mostrarse interesante...
Sin
autoconfianza, hechas a la condición
de la derrota, las huestes arrolladas
por las políticas de ajuste estructural y los recortes impuestas
por los intereses inmediatos de los socializadores de perdidas y privatizadores
de ganancias, caen con frecuencia en la sumisa
paralización y, con el añadido de una artera gestión institucional del miedo, la posibilidad de que articulen una
respuesta colectiva coherente y
continuada ante tanta injusticia
se hace difícil, incluso poco probable.
Pero,
en fin, la desmesura de la estafa
colectiva y particular es tal, el oprobio
está tan globalizado, que cada cual se convertirá en víctima en algún momento... Y acaso entonces se sienta llamado a
incorporarse a las respuestas que ya comienzan a llenar las calles y plazas.
Así
sea.
Nacho Fernández del Castro, 17 de Julio de 2012
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