jueves, 26 de julio de 2012

Pensamiento del Día, 26-7-2012


«Hoy en día ya no se puede preguntar a una persona a quién vota 
ni, en un país católico, cuál es su religión. Las preguntas sobre las 
preferencias sexuales son indiscretas y de cocina suele hablarse 
preferentemente durante las comidas, por lo que, quizá, la única 
pregunta reveladora de tu personalidad que aún se te puede 
formular es si lees o no y, en caso afirmativo, cuáles son tus gustos.»
 
 (Donna LEON; New Jersey, Estados Unidos, 28 de septiembre de 1942. Reflexión del comisario Guido Brunetti en La chica de sus sueños, 2008.)
Resultan hoy imprudentes muchas preguntas que ayer eran triviales o convenientes, una mera muestra de interés en el contacto personal o, incluso, por parte de quien era interrogado, la ocasión para realizar una ufana declaración de identidad voluntaria.
Hoy, con frecuencia, en pleno descrédito de la política y la religión, cuyos “oficiantes” transitan en caída libre por los puestos más bajos de todos los índices de valoración social, el voto, la militancia o las afinidades ideológicas de cada cual se tornan en secreto casi vergonzante, mientras la fe, las creencias o las prácticas litúrgicas de las que alguien participa se consideran un dato íntimo cuya revelación constituye casi un detalle de mal gusto.
Otras adscripciones más “naturales”, como los gustos sexuales y culinarios (tan relacionados en muchas tradiciones), se reservan, por su parte y como tema de conversación, al ámbito de lo reivindicativo (desde la necesidad del reconocimiento social o la denuncia de discriminaciones) o el engolamiento estético (dando primacía al hacer del artesano como espectáculo frente al placer del comensal)...
En fin, ¿de qué puede hablar uno, aquí y ahora, con alguien que acaba de conocer en un acto social cualquiera o con quien acaba de coincidir, sin previo conocimiento, en la barra de cualquier bar?... Cuando el tiempo atmosférico no da razón al comentario y la falta de  confianza desaconseja el tópico “¿cómo va la cosa?” (cuya prohibición explícita, por otra parte, comienza a aparecer en muchas cafeterías y tugurios variopintos), sólo cabe recurrir a una cuestión clave en este mundo virtualizado: la condición lectora.
Y es que el hecho de leer o no, hoy, y las características, en su caso, de los géneros, páginas y plumas preferidas definen más, y con menor rubor, a una persona que cualquiera de sus otras identidades (más o menos voluntarias, más o menos naturales)... Y, además (lo cual no es menguada ventaja), es un indicador más fino de posibles incompatibilidades personales, por lo que tiende a transformar rápidamente toda discrepancia manifiesta en un corte del contacto.
Nacho Fernández del Castro, 26 de Julio de 2012

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