«Jarles
saltó sobre el banco y levantó las manos para reclamar atención.
-
¡Fieles de Megatheopolis!.
Con
ello detuvo un inicio de desbandada de pánico. Todos los ojos se volvieron
hacia él con estupor. Aún no comprendían lo que había ocurrido. Pero cuando un
sacerdote hablaba, todos escuchaban.
- Os
han enseñado que la ignorancia es buena. ¡Yo os digo que es mala!.
Os
han enseñado que no hay que pensar. ¡Yo os digo que es correcto hacerlo!.
Os
han enseñado que vuestro destino es penar noche y día hasta romperos la espalda
de fatiga y hasta que las manos se os llenen de ampollas y callos. ¡Yo os digo
que el destino de todos los hombres es perseguir tiempos mejores!.
Habéis
dejado que los sacerdotes dirijan vuestras vidas. ¡Yo os digo que tenéis que
dirigirlas vosotros mismos!.
Creéis
que los sacerdotes tienen poderes sobrenaturales. ¡Yo os digo que los poderes
que poseen están al alcance de todos!.
Creéis
que los sacerdotes son elegidos para servir al Gran Dios y transmitir sus
órdenes. Pero, si hay algún Dios en alguna parte, cada uno de vosotros lo
conoce, en el fondo de vuestro ignorante corazón, mucho mejor que el más
poderoso de los arciprestes.
Os han enseñado que el Gran Dios
domina el universo, el cielo y la tierra. ¡Yo os digo que el Gran Dios es una
simple invención, un fraude!.»
(Fritz Reuter
LEIBER Jr.; Chicago, Estados Unidos, 24 de diciembre de
1910 – En el retorno tras la
Convención de Ciencia
Ficción de Toronto, Canadá, 5 de septiembre de 1992. Gather, Darkness
-¡Hágase la oscuridad!-, 1950 -1987
para la edición en castellano-.)
Y
así estamos dispuestos a aceptar, como un destino fatal, nuestro dolor y
sacrificio para honor y beneficio de unos pocos, estamos dispuestos a asumir sumisamente
continuos recortes de derechos y posibilidades de vida, estamos dispuestos
incluso a asistir impasibles a la represión de cualquier queja...
Aceptamos
mansamente las vejaciones simbólicas y
reales ejercidas por el poder,
como las padecidas por esas mujeres de mineros obligadas por la “seguridad” a
bajarse los pantalones antes de acceder a la tribuna de invitados del Congreso
de los Diputados (¿alguien se cree que eso responde al “protocolo de seguridad
habitual” por el que tienen que pasar todos los invitados a dicha tribuna?) o
como las sufridas por todo el pueblo al ver el propio “templo de la democracia” rodeado de un cordón policial que impide
cualquier acercamiento... ¿A quién representan
realmente quienes no pueden permitir que la ciudadanía se les acerque, “por
motivos de seguridad”?.
Es
hora de sacudirse el miedo y ponerse
a ello.
Nacho Fernández del Castro, 19 de Julio de 2012
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