«Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.
Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.
Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.
Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.
Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte..»
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.
Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.
Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.
Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.
Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte..»
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.»
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.»
(Martin NIEMÖLLER, pastor luterano; Lippstadt, Renania del Norte-Westfalia, Alemania, 14 de enero de 1892 – Wiesbaden, Hesse, 6 de marzo de 1984. Fragmento de un Sermón de Semana Santa, 1946.)
«Primero se llevaron a los comunistas, pero a mi no me importó porque yo no lo era;
enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era;
después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista;
luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó;
ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde.»
(Eugen
Berthold, Bertolt, Friedrich BRECHT; Augsburgo, Alemania,
10 de febrero de 1898 – Berlín, 14 de agosto de 1956. Versión atribuida.)
Poco
tiene que ver, por cierto y dicho sea de paso, la inspiración neoliberal de esas políticas, tan centrada en el obsceno
principio de “privatización de las
ganancias y socialización de las pérdidas”, con el viejo espíritu liberal de los siglos XVIII y XIX heredero
del “laissez faire, laissez passer” con el que los fisiócratas,
como Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, exigían que los gobiernos dejasen hacer y
dejasen pasar a los mercados para “racionalizar la economía”... ¿Qué dejan
hacer y pasar, aquí y ahora, los gobernantes (me resisto a llamarlos “nuestros”
porque soy absolutamente incapaz de sentirlos como “míos” y, en realidad, sean
quiénes sean, siempre “nos tocan en desgracia”)?... Evidentemente, no el mercado
en sentido estricto (el que mitificaban los viejos liberales),
sino los intereses muy concretos de sus amos, aquellos a los que verdaderamente
representan, a quienes sirven como testaferros: los grandes
jerifaltes del capitalismo especulativo (eso que hoy se llama eufemística
y paradójicamente “los mercados”) y, por extensión, de la gran industria
transnacional... Y, también, cuando resulta posible, a esos “amiguitos del
alma” que siempre pueden dejar unos miles de euros en pequeñas corruptelas.
Eso es lo que hay que “dejar
hacer y dejar pasar” modificando leyes, si es preciso, para que quienes han
construido ilegalmente en zonas costeras de dominio público consoliden
su propiedad (incluyendo los derechos de explotación, venta y
transmisión) o para que los grandes mercaderes internacionales del juego
y el sexo puedan instalar sin molestos “inconvenientes normativos” sus
timbas y lupanares en suelo patrio...
Y, si seguimos tolerando
que la cosa siga, dando primas a gestores que hunden los bancos que se reflotan
con dinero público mientras se niega el pan y la sal a la minería, las personas
dependientes o el funcionariado, manteniendo los privilegios de la casta política
mientras se desmantelan y privatizan los sistemas estatales de educación y
salud, echando “tierra legal” sobre
grandes corrupciones y pequeñas corruptelas mientras se responde ante
cualquier atisbo de resistencia con las porras y las togas, ¿cuándo nos
daremos cuenta, más allá incluso de talantes solidarios o voluntades
de cohesión social, de que ese oprobio globalizado, esa injusticia
ufana, ese shock inducido ya nos está afectando
plenamente a
nosotros (aunque acaso no seamos mineros, funcionarios o dependientes)?... Esperemos
que no sea demasiado tarde.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Julio de 2012
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