sábado, 14 de julio de 2012

Pensamiento del Día, 14-7-2012


«Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.
Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.
Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.
Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.
Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte..
»
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.»
 
 (Martin NIEMÖLLER, pastor luterano; Lippstadt, Renania del Norte-Westfalia, Alemania, 14 de enero de 1892 – Wiesbaden, Hesse, 6 de marzo de 1984. Fragmento de un Sermón de Semana Santa, 1946.)

«Primero se llevaron a los comunistas, pero a mi no me importó porque yo no lo era;

enseguida se llevaron a unos obreros, pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era;

después detuvieron a los sindicalistas, pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista;

luego apresaron a unos curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó;

ahora me llevan a mí, pero ya es demasiado tarde.»

 

(Eugen Berthold, Bertolt, Friedrich BRECHT; Augsburgo, Alemania, 10 de febrero de 1898 – Berlín, 14 de agosto de 1956. Versión atribuida.)
Más allá de los curiosos avatares de las atribuciones históricas de las señas de identidad de la rebeldía ante los abusos de poder, la llamada a la universalización de la conciencia resistente frente los procesos de demonización, exclusión y represión (que puede llegar, que ha llegado en ocasiones al genocidio) de determinados colectivos cobra hoy nueva y dramática actualidad ante las políticas de ajuste estructural y sus efectos colaterales represivos...
Poco tiene que ver, por cierto y dicho sea de paso, la inspiración neoliberal de esas políticas, tan centrada en el obsceno principio de “privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas”, con el viejo espíritu liberal de los siglos XVIII y XIX heredero del “laissez faire, laissez passer” con el que los fisiócratas, como Jean-Claude Marie Vicent de Gournay, exigían que los gobiernos dejasen hacer y dejasen pasar a los mercados para “racionalizar la economía”... ¿Qué dejan hacer y pasar, aquí y ahora, los gobernantes (me resisto a llamarlos “nuestros” porque soy absolutamente incapaz de sentirlos como “míos” y, en realidad, sean quiénes sean, siempre “nos tocan en desgracia”)?... Evidentemente, no el mercado en sentido estricto (el que mitificaban los viejos liberales), sino los intereses muy concretos de sus amos, aquellos a los que verdaderamente representan, a quienes sirven como testaferros: los grandes jerifaltes del capitalismo especulativo (eso que hoy se llama eufemística y paradójicamente “los mercados”) y, por extensión, de la gran industria transnacional... Y, también, cuando resulta posible, a esos “amiguitos del alma” que siempre pueden dejar unos miles de euros en pequeñas corruptelas.
Eso es lo que hay que “dejar hacer y dejar pasar” modificando leyes, si es preciso, para que quienes han construido ilegalmente en zonas costeras de dominio público consoliden su propiedad (incluyendo los derechos de explotación, venta y transmisión) o para que los grandes mercaderes internacionales del juego y el sexo puedan instalar sin molestos “inconvenientes normativos” sus timbas y lupanares en suelo patrio...
Y, si seguimos tolerando que la cosa siga, dando primas a gestores que hunden los bancos que se reflotan con dinero público mientras se niega el pan y la sal a la minería, las personas dependientes o el funcionariado, manteniendo los privilegios de la casta política mientras se desmantelan y privatizan los sistemas estatales de educación y salud, echando “tierra legal” sobre  grandes corrupciones y pequeñas corruptelas mientras se responde ante cualquier atisbo de resistencia con las porras y las togas, ¿cuándo nos daremos cuenta, más allá incluso de talantes solidarios o voluntades de cohesión social, de que ese oprobio globalizado, esa injusticia ufana, ese shock inducido ya nos está afectando plenamente a nosotros (aunque acaso no seamos mineros, funcionarios o dependientes)?... Esperemos que no sea demasiado tarde.
Nacho Fernández del Castro, 14 de Julio de 2012

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